El nacimiento del niño interior
Aún recuerdo con ternura a mi abuela hablando del significado que para ella tenía el 24 de diciembre; una celebración muy familiar, “hoy nace el Niño Dios dentro de nuestros corazones”…
No es necesario ser religioso para intuir que estos días de diciembre poseen un profundo y ancestral simbolismo. Tampoco es casual que la navidad coincida con el solsticio de diciembre, una época que los paganos vivían como el nacimiento del dios sol resurgiendo del vientre de la gran diosa madre. A partir de esta fecha y después de la noche más larga del año, la luz va ganando terreno a la oscuridad y los días se alargan.
Esta antigua visión basada en la sabiduría de los ciclos de la naturaleza, puede ayudarnos a comprender la importancia de reconciliarnos con nosotros mismos y escuchar a ese niño o niña interior que en todos comienza a renacer, tras experimentar la progresiva contracción interna de las últimas semanas o la oscuridad profunda del alma.
Vivimos días de intimidad, de compañía, de conexión con lo más delicado de nosotros mismos. Por eso es fácil que nos encontremos más sensibles de lo habitual, y por tanto una excelente oportunidad para acoger con total aceptación lo más vulnerable y poderoso de nosotros mismos, como quién recibe a un recién nacido con el corazón henchido de amor, pues ahí reside nuestra energía vital. Es momento de abrazar a ese niño o niña interior con la compasión y ternura que necesita. Para ayudarle en la vida que comienza, a disfrutar del amor y la dicha que merece. Y que luego compartirá con sus semejantes con naturales y sencillos gestos de agradecimiento. Haciendo de éste, un mundo cada vez más bello, amoroso y pacífico.
José Maroto Mingo
Psicólogo y Psicoterapeuta Transpersonal
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