Tengo tanto miedo que no puedo ni mirarlo de reojo
Tener miedo es algo natural en el ser humano, igual que respirar.
El ego desarrolla con su crecimiento, una tendencia a evitarlo, a negarlo a reprimirlo, a sustituirlo… Hay que tener una razón muy convincente, o una fuerte crisis personal, para mirar al miedo cara a cara y aceptarlo tal y como es; sólo así puede ser liberado.
El ego -esa mezcolanza de arquetipos colectivos heredados y de programas psico-emocionales que vamos desarrollando desde nuestra gestación- se encarga de ponernos múltiples distracciones a mano para que no miremos al miedo que lo alimenta, pues sabe muy bien que poner luz en la oscuridad de sus cimientos supone su propia disolución. El ego está tejido con miedo; sin miedo el ego no puede sostenerse, y sin ego nosotros dejamos de -sobre-vivir, pues lo que la mayoría de las personas hemos experimentado como vida, se parece más a una loca y violenta carrera por no ser aniquilados por el pánico que nos persigue.
Al ego se le ocurren infinidad de estrategias, que se van actualizando y sofisticando con las nuevas tecnologías y la New age, para intentar que no veamos el miedo que almacena en lo profundo de nuestra psique: ahogarlo-bebiendo, asfixiarlo-fumando, espantarlo-gritando, silenciarlo-haciendo retiros, huirlo-haciendo footing, machacarlo-autodestruyéndonos, atacarlo-criticando a otros, negarlo-aislándonos de la gente, evitarlo-buscando santos y gurús, disimularlo-echándonos amantes, alejarnos-viajando, perderlo-robando, atacarlo-fornicando, decorarlo-idolatrando, aplastarlo-comiendo, matarlo-enfermando…
Cuando miramos dentro de nosotros mismos con honestidad, determinación y perseverancia podemos decir: “tengo tanto miedo que no puedo ni mirar de reojo”, por eso -tristemente y- sin darnos cuenta, lo que nos mueve en nuestra vida es una continua evitación del miedo que hay en lo más profundo de nuestro ego.
La antigua mitología narra historias de humildes campesinos que se transforman en valerosos guerreros al descubrir que el auténtico valor radica en enfrentarse al temido dragón. Por tanto, el Camino es interior; se trata de “observar” lo temido para trascenderlo. Y “observar”, desde la perspectiva Transpersonal, consiste en mirarlo, sentirlo, saborearlo, moverlo, cantarlo, olerlo, tocarlo, notarlo, conocerlo, comprenderlo, perdonarlo, amarlo y … finalmente, liberarlo. Tener miedo es parte de nuestra naturaleza humana, la naturaleza del Ser es el Amor, y no es posible alcanzar lo divino sin vivir lo humano.
José Maroto Mingo
Psicólogo y Psicoterapeuta Transpersonal
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