FILOSOFÍA Y ENFOQUE
Psicología Transpersonal
Qué es la Psicoterapia Transpersonal
La psico-terapia es la aplicación terapéutica de la psicología. Y su objetivo, simplificando, es ayudar a las personas en su adaptación al entorno, mejorar sus relaciones y su calidad de vida. Existen múltiples enfoques terapéuticos dentro de la psicología. Para mi, todos son válidos y necesarios, del mismo modo que cada profesional tiene sus peculiaridades y virtudes. El mejor terapeuta es el que sabe cohesionar armónicamente su personalidad con el enfoque que utiliza. Y la terapia idónea para cada paciente, es la que encuentra en ese momento. Ya que le aportará exactamente lo que necesita para dar el siguiente paso.
La psicoterapia transpersonal reconoce y entiende la dimensión trascendente del ser humano como un aspecto fundamental para favorecer su mejora y crecimiento como individuo. Como trascendente me refiero a la supra consciencia inherente a todos los seres vivos y que anima la existencia del mundo. En los seres humanos está individualizada y existe “más allá” de la personalidad o ego y de lo percibido por los sentidos del cuerpo. Las personas adultas y sanas tenemos la potencial capacidad de experimentar esta supra consciencia transpersonal cuando contamos con las experiencias, herramientas y guía adecuada para despertarla, lo cual ayuda enormemente a lidiar con las problemáticas propias de la vida cotidiana.
Ahora me voy a centrar en las peculiaridades de la psicoterapia transpersonal que yo facilito y que no es para todos, ni para cualquier momento. No me considero un psicólogo clínico porque no utilizo un método médico, ni científico. No elaboro informes periciales, ni diagnósticos, ni tratamientos sintomáticos. No trato enfermos, ni enfermedades. No gestiono ingresos, ni doy el alta. Únicamente utilizo mi formación en psicología clínica y métodos diagnósticos ocasionalmente, para valorar si la terapia es adecuada para la persona que me consulta, o en casos graves antes de derivarlos.
Mi especialidad es acompañar a adultos en crisis de cambio vital o en momentos personales difíciles, que pueden manifestarse con síntomas psico emocionales circunstanciales, no propios del carácter de la persona. Cómo por ejemplo: duelos pendientes por pérdidas, rupturas o tránsitos vitales bruscos. Crisis de pareja. Conductas auto destructivas o auto boicots. Problemas de autoestima y falta de confianza. Dificultades de comunicación y convivencia familiar. Confusión y malestar psicológico en general por sobre adaptación al entorno y auto negación. Crisis existenciales. Adicciones leves. Relaciones de dependencia emocional. Incapacidad para tomar decisiones importantes y llevarlas a cabo, etc. En definitiva, problemas más o menos habituales en cualquier persona en algún momento de su vida y que algunas veces nos atrevemos a afrontar con la ayuda de una psicoterapia.
Crisis que cuando acontecen cerca de los cuarenta años o más adelante, es fácil que vayan acompañados por una inquietud existencial o hambre espiritual, y aquí, es cuando la psicología transpersonal es especialmente apropiada. Por eso en las primeras sesiones valoramos si lo que yo puedo ofrecer como profesional es suficiente o lo más adecuado, o son necesarias otras alternativas terapéuticas o complementos médicos. Por lo tanto, para aprovechar una psicoterapia cómo la que yo planteo, es necesaria cierta madurez y habilidad personal para gestionar los aspectos básicos de la vida. Requiere por parte del paciente (se refiere al que está receptivo a atención y cuidados) un nivel mínimo de auto responsabilidad y compromiso con el proceso de cambio que la vida le presenta.
La perspectiva transpersonal es adecuada para personas sanas, es decir, con un grado medio/bajo de neurosis, que somos la mayoría. A veces refuerza a personalidades límite o borderline y puede ser un complemento puntual para quien padezca esquizofrenia o brotes psicóticos. Es provechosa para adultos que al menos tengan la capacidad para gestionar su propia vida; como organizar las tareas de su casa, mantener un trabajo, tener relaciones sociales y con su familia de origen o creada, disfrutar de su ocio y amistades. Y por supuesto, atenderse a sí mismos. Evidentemente puede haber conflictos en estas áreas, ahora bien, la persona tiene el valor y la capacidad para reconocerlos, así como el potencial para buscar o desarrollar herramientas que propicien los cambios necesarios para encontrar soluciones.
Yo como psicoterapeuta no puedo curar, no tengo capacidad para cambiar a nadie, ni de tomar sus propias decisiones, no marco los objetivos, ni decido cuándo o cómo terminar el proceso de psicoterapia. Más bien promuevo una terapia proactiva, en la que la persona tenga la iniciativa de pedir ayuda, de decidir cuándo inicia su psicoterapia, de hacerse cargo de lo que quiere tratar y de cuándo y cómo cierra su proceso.
Mi función es hacer de “espejo” para que la persona observe lo que está ignorando de sí misma o de la situación, sugerir otras alternativas de actuación, mostrar nuevas formas de comunicación y afrontamiento de los conflictos en las relaciones. Acompaño procesos emocionales, ayudo a disipar limitaciones mentales, impulso y motivo para facilitar acciones constructivas. En resumen: proporciono el espacio, la atención, el valor y el amor necesarios, para que la persona deje fluir su capacidad intrínseca de auto sanación.
Todo esto lo hago con la herramienta más poderosa y delicada que tengo, mi capacidad para sentir y manejar el vínculo de la relación terapéutica. Por eso cualquier detalle que haga “vibrar” el hilo que me une con mi paciente es un indicador de cómo está evolucionando su proceso. Me refiero a la forma en que nos tratamos, nos comunicamos, nos relacionamos… Este vínculo sagrado es muy frágil y transformador al mismo tiempo. Nos expone completamente a nivel afectivo. Por eso hay que cuidarlo constantemente con mimo y firmeza. Cada malentendido, resistencia, despiste u olvido, son oportunidades para revisar el vínculo y fortalecer el proceso hacia el objetivo que el paciente se haya marcado.
Sólo desde la confianza y la sensibilidad puede surgir una colaboración que nos haga crecer.